Objetivo: conseguir que los niños y adolescentes
acojan en su interior la semilla del amor y de la fe a tal grado que se conviertan en portadores
de la Luz resplandeciente que la fe y el
amor encienden en cada cristiano.
Sugerencias Metodológicas:
- Prever pliegos de papel bond o cartulinas, plumones, pegamento, tijeras, tirro, etc.
- Llevar ya elaborados varías figuras de semillas, flores, frutos y abejas, para la actividad de compartamos.
- La oración final, realizarla en un lugar abierto donde hayan muchas plantas. No olvidar que al momento de hacer la oración, todos deberán tener su plantita en las manos y si es posible una copia de la oración final.
- Sacar 4 imágenes del logo propuesto para pegarse en los carteles o si no algunas estampas de la Virgen María.
- Tener un cuadro grande con la imagen de la Virgen María o en su caso una imagen en bulto. Prever flores naturales para adornarle.
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Ambientación: Hola amigos misioneros, ya se nos acerca
el gran día de nuestro Encuentro!! Pero vamos a continuar con nuestra
preparación para que nos encontremos con muchos frutos porque el encuentro es propicio
para irradiar y contagiar la fe y el amor arraigado en nuestra alma y en
nuestros corazones. Canto: Yo quiero tener un corazón muy grande (pág. 6)
Oración: Señor Jesús permítenos ser tierra buena que
resguarde y haga florecer la semilla del amor y de la fe que has puesto en
nosotros y que al igual que las abejas llevar el polen de tu amor y la fe a
todos los niños que componen este jardín denominado planeta tierra, donde tú
eres el dueño. Amén.
Testimonio Misionero: Vamos ahora a mostrar
nuestras semillitas… ah pero si ya son plantitas, que bien! Y con las
oraciones? Hemos compartido nuestra fe y nuestro amor con los demás? Wow, ya
estamos dando frutos en abundancia.
Semilla Misionera: Escuchando a Jesús, Lucas 8, 15.
“Lo que cae en
tierra bueno son los que reciben la Palabra con un corazón noble y generoso, la
guardan y perseverando, dan fruto”.
Reflexión: Cada niño, niña o adolecente está llamado a
ser tierra buena en el que Jesús tiene a bien sembrar su semilla de amor y de
fe, para que nos encarguemos de hacerla crecer y germinar frutos buenos y
abundantes. Es por ello que los niños, niñas y adolescentes estamos dispuestos
a ser cada vez mas buenos y amables, luchando para acrecentar nuestra fe y
amando tanto a nuestros hermanos cercano como a los dispersos por el mundo, y
así seamos pregoneros de Dios, un Dios de Amor el cual nos gloriamos de
profesar porque nuestra fe en El es tan inmensa como el mar y tan cierta como
la vida misma.
Debemos ser «tierra buena» para poder recibir la
semilla que Dios nos regala y germinarla para dar frutos del ciento por uno. El
evangelio de san Lucas nos ayudará a comprender y hacer vida la Palabra de
Dios: «Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un
corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a sus constancia» (8,
15). El Papa nos enseña que la mención de la tierra fértil, “es un retrato
implícito de la fe de la Virgen María… La Madre del Señor es icono perfecto de
la fe, como dice santa Isabel: « Bienaventurada la que ha creído » (Lc 1,45)”
LF 58.
Hoy los niños y
adolescentes también son llamados Bienaventurados por creer en Dios, quienes
acogen la semilla con amor, la cuidan haciéndola crecer siendo perseverantes en
su misión al ejemplo de la Madre de Dios, dando frutos que al compartirlos con
los demás niños y adolescentes se convierten en transmisores de la Fe y de la
Alegría que habita en sus corazones por la presencia de Jesús en sus vidas.
Compartamos: Nos organizamos en cuatro grupos y vamos a
elaborar unos carteles donde pegaremos algunas semillas, flores, abejas y
frutos de papel. En las semillas escribiremos virtudes y dones, en las flores y
frutos bunas acciones y en las abejas los propósitos para producir todos esos
frutos. Escribiremos la cita de hoy y pegaremos la imagen de la virgen María
(Logo del Encuentro).
Una vez finalizados los carteles, los pegamos en la
cartelera de la capilla, en el salón o en el templo, para que otros también
puedan recibir las semillas de Fe y Amor, y para que la germinen de den frutos
al ciento por uno.
Seremos Misioneros:
- Haré un examen de conciencia preguntándome en qué momentos he dejado de producir frutos, descuidado mi fe y he faltado el compartirla con los demás. Luego me acercaré al sacramento de la Confesión para volver a ser tierra buena.
- La semilla que ya planté en el encuentro pasado, la conservaré, pasándola a mi jardín con la ayuda de mis padres o abuelitos, y haré que mis cuidados y amor hagan que dé frutos y que sea un signo de vida en mi hogar.
- Oraré todos los días por nuestro encuentro, para que junto a la virgen María, todos los niños y adolescentes seamos siempre Bienaventurados por Creer en Dios, compartiendo la alegría del amor.
Oración: Todos hacemos a viva voz este Salmo de la
tierra.
Tú me hiciste, Señor, tu tierra abierta con
vocación de sementera. Tú, sembrador de belleza y de armonía, sembraste en mí
tu amor, tu paz, tu risa. Sembraste tu Palabra, tu fe, tu libertad, tu
Eucaristía. Sembraste tu verdad, tu salvación, tu justicia. Sembraste
filiación, Resurrección y Vida. ¡Cuánta buena semilla, sembrador de mi tierra regada
ya al inicio con agua de bautismo! Por todo, yo te bendigo, Señor.
Tú me hiciste, Señor, tu tierra abierta con
vocación de sementera. Ha habido gentes –mi familia, mis amigos, mi grupo- que
me han amado bien y han sembrado en mis surcos una amistad sincera, la alegría
de vivir, la música y la fiesta, el calor de tu Palabra y el gozo de la
fraternidad.
Han dejado caer abiertamente la pasión por
la paz, un respeto leal por la naturaleza, un deseo de justicia y de bondad
universal a la par de tu Evangelio. ¡Cuánta buena semilla sembrada ya en mi
tierra!
Tú me hiciste, Señor, tierra abierta con
vocación de sementera. Mas alguien también sembró cizaña que me hace estallar
en dolor y me rompe en mil pedazos por dentro. Escarbo aquí, en mi tierra, y
también encuentro la mentira, el engaño, la indiferencia amarga y el olvido de
Ti...Me encuentro a veces fragmentada, Señor, me encuentro extraña en mi propia
tierra, sin dueño, sin sendero por el que ir. Es entonces cuando más necesito
volverme para dejarme mirar por Ti, sembrador de mi existencia. Es entonces
cuando mi tierra reseca añora tu agua, tus manos de labrador, tu siembra, y
vuelvo a recordar que tú me hiciste, Señor, tierra abierta con vocación de
sementera.
Hoy vengo ante Ti, sembrado como estoy con
mi tierra en las manos, sabiendo que Tú me amas, así, sencillamente, esperando
la recogida del verano. Yo sé, Señor, que el tiempo llegará en que Tú mismo
arranques mi cizaña para el fuego a recojas mi trigo maduro y dispuesto.
Gracias, mi labrador, mi sembrador, mi
dueño. Amén.
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