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"La Alegría de la Misión" - Himno Domund 2014

"LA ALEGRÍA DE LA MISIÓN"
Himno Oficial DOMUND 2014
Letra: Padre Reynaldo Franco Velásquez

Fuente y zona de descagas: OMP ECUADOR

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Acordes: Básico/Adaptados
Área de Animación Misionera


  LA         RE    MI           LA – LA-MI-fa#
Iglesia en salida, siempre en misión
            si-             MI7      LA
Misioneros alegres, por la Evangelización.
Iglesia en salida, en permanente acción
Llevando por el mundo, alegría de la misión.

   LA                                   si-                RE
El llamado a servir es para todos, no importa donde estés, en cualquier
  MI         LA
lugar si te arriesgas con Él.
                si-              RE          MI      LA
No puedes todo atrévete a salir; que contigo va, anúncialo con fuerzas sin mirar atrás (bis).

Iglesia en salida, siempre en misión
misioneros alegres, por la Evangelización.
Iglesia en salida, en permanente acción
llevando por el mundo, alegría de la misión. (bis)


Mensaje DOMUND 2014


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2014

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión ad gentes, en la que todos los miembros de la iglesia están llamados a participar, ya que la iglesia es misionera por naturaleza: la iglesia ha nacido “en salida”. La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado en el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera. Precisamente sobre la alegría de Jesús y de los discípulos misioneros quisiera ofrecer una imagen bíblica, que encontramos en el Evangelio de Lucas (cf.10,21-23).

1. El evangelista cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos, a las ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a preparar a los hombres al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta misión de anuncio, los discípulos volvieron llenos de alegría: la alegría es un tema dominante de esta primera e inolvidable experiencia misionera. El Maestro Divino les dijo: «No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo. En aquella hora, Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra...” (…) Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!”» (Lc 10,20-21.23).

Son tres las escenas que presenta san Lucas. Primero, Jesús habla a sus discípulos, y luego se vuelve hacia el Padre, y de nuevo comienza a hablar con ellos. De esta forma Jesús quiere hacer partícipes de su alegría a los discípulos, que es diferente y superior a la que ellos habían experimentado.

2. Los discípulos estaban llenos de alegría, entusiasmados con el poder de liberar de los demonios a las personas. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren por el poder que se les ha dado, sino por el amor recibido: «porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10,20). A ellos se le ha concedido experimentar el amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo. Y esta experiencia de los discípulos es motivo de gozosa gratitud para el corazón de Jesús. Lucas entiende este júbilo en una perspectiva de comunión trinitaria: «Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo», dirigiéndose al Padre y glorificándolo. Este momento de profunda alegría brota del amor profundo de Jesús en cuanto Hijo hacia su Padre, Señor del cielo y de la tierra, el cual ha ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las ha revelado a los pequeños (cf. Lc 10,21). Dios ha escondido y ha revelado, y en esta oración de alabanza se destaca sobre todo el revelar. ¿Qué es lo que Dios ha revelado y ocultado? Los misterios de su Reino, el afirmarse del señorío divino en Jesús y la victoria sobre Satanás.

Dios ha escondido todo a aquellos que están demasiado llenos de sí mismos y pretenden saberlo ya todo. Están cegados por su propia presunción y no dejan espacio a Dios. Uno puede pensar fácilmente en algunos de los contemporáneos de Jesús, que Él mismo amonestó en varias ocasiones, pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta también a nosotros. En cambio, los “pequeños” son los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a los que Jesús ha llamado “benditos”. Se puede pensar fácilmente en María, en José, en los pescadores de Galilea, y en los discípulos llamados a lo largo del camino, en el curso de su predicación.

3. «Sí, Padre, porque así te ha parecido bien» (Lc 10,21). Las palabras de Jesús deben entenderse con referencia a su júbilo interior, donde la benevolencia indica un plan salvífico y benevolente del Padre hacia los hombres. En el contexto de esta bondad divina Jesús se regocija, porque el Padre ha decidido amar a los hombres con el mismo amor que Él tiene para el Hijo. Además, Lucas nos recuerda el júbilo similar de María: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador » (Lc 1,47). Se trata de la Buena Noticia que conduce a la salvación. María, llevando en su vientre a Jesús, el Evangelizador por excelencia, encuentra a Isabel y cantando el Magnificat exulta de gozo en el Espíritu Santo. Jesús, al ver el éxito de la misión de sus discípulos y por tanto su alegría, se regocija en el Espíritu Santo y se dirige a su Padre en oración. En ambos casos, se trata de una alegría por la salvación que se realiza, porque el amor con el que el Padre ama al Hijo llega hasta nosotros, y por obra del Espíritu Santo, nos envuelve, nos hace entrar en la vida de la Trinidad.

El Padre es la fuente de la alegría. El Hijo es su manifestación, y el Espíritu Santo, el animador. Inmediatamente después de alabar al Padre, como dice el evangelista Mateo, Jesús nos invita: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (11,28-30). «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1).

De este encuentro con Jesús, la Virgen María ha tenido una experiencia singular y se ha convertido en “causa nostrae laetitiae”. Y los discípulos a su vez han recibido la llamada a estar con Jesús y a ser enviados por Él para predicar el Evangelio (cf. Mc 3,14), y así se ven colmados de alegría. ¿Por qué no entramos también nosotros en este torrente de alegría?

4. «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2).  Por lo tanto, la humanidad tiene una gran necesidad de aprovechar la salvación que nos ha traído Cristo. Los discípulos son los que se dejan aferrar cada vez más por el amor de Jesús y marcar por el fuego de la pasión por el Reino de Dios, para ser portadores de la alegría del Evangelio. Todos los discípulos del Señor están llamados a cultivar la alegría de la evangelización. Los obispos, como principales responsables del anuncio, tienen la tarea de promover la unidad de la Iglesia local en el compromiso misionero, teniendo en cuenta que la alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en la preocupación de anunciarlo en los lugares más distantes, como en una salida constante hacia las periferias del propio territorio, donde hay más personas pobres que esperan.
En muchas regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo esto se debe a que en las comunidades no hay un fervor apostólico contagioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo. La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Por tanto, animo a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una vida fraterna intensa, basada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que se ha tomado conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como del papel cada vez más importante que ellos están llamados a desempeñar en la difusión del Evangelio. Por esta razón, es importante proporcionarles la formación adecuada, con vistas a una acción apostólica eficaz.

5. «Dios ama al que da con alegría» (2 Co 9,7). La Jornada Mundial de las Misiones es también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en la misión ad gentes. La contribución económica personal es el signo de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, porque la propia ofrenda material se convierte en un instrumento de evangelización de la humanidad que se construye sobre el amor.
Queridos hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de las Misiones mi pensamiento se dirige a todas las Iglesias locales. ¡No dejemos que nos roben la alegría de la evangelización! Os invito a sumergiros en la alegría del Evangelio y a nutrir un amor que ilumine vuestra vocación y misión. Os exhorto a recordar, como en una peregrinación interior, el “primer amor” con el que el Señor Jesucristo ha encendido los corazones de cada uno, no por un sentimiento de nostalgia, sino para perseverar en la alegría. El discípulo del Señor persevera con alegría cuando  está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica.
Dirigimos nuestra oración a María, modelo de evangelización humilde y alegre, para que la Iglesia sea el hogar de muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un nuevo mundo.

Vaticano, 8 de junio de 2014, Solemnidad de Pentecostés

FRANCISCO

Descargar Mensaje desde OMP El Salvador

XIV Jornada Diocesana de la Juventud Misionera, Santa Ana 2014.

Porque hoy en día, el joven desempeña un papel muy importante, no solo dentro de la sociedad, sino que también dentro de la Iglesía... sí, en la Iglesia doméstica!. Siempre lo ha tenido y hoy se le ha confiado más, puesto que desde su seno, esta llamado a ser protagonista y hacer protagonistas junto a él, convirtiendo a los de su núcleo y demás familia en verdaderos discípulos y misioneros! 


Datos:

Lugar: Salón Municipal de Candelaria de la Frontera, Santa Ana.
Fecha: Sábado 12 de julio de 2014.
Tema: "La misión del joven en la familia"
Lema: ¡Desde la familia, discípulos y misioneros!

Parroquias Participantes:

Verde:
  1. La Asunción, Ahuachapán.
  2. Santísimo Redentor, Ahuachapán.
  3. Sta María Magdalena, Tacuba.
 Rojo:
  1. Nuestra Señora de Candelaria, Candelaria de la Frontera.
  2. Glorioso Patriarca Señor San José, Aldea Bolaños.
Blanco:
  1. El Calvario, Santa Ana.
  2. Santa Bárbara, Santa Ana.
  3. Nuestra Señora de Valvanera.
  4. San Lorenzo, diácono y mártir.
Azul:
  1. Catedral Ntra Señora Santa Ana.
  2. El Divino Salvador del Mundo, Lamatepec.
  3. Madre del Salvador,
  4. San Pedro Apóstol, Coatepeque.
Amarillo:
  1. Sta María Virgen Inmaculada de la Medalla Milagrosa, Casitas.
  2. San Pedro Apóstol, Metapán.
  3. El Señor de Ostúa, Metapán.
Grupos juveniles invitados y acompañantes: Con la camiseta de su grupo o color blanca.


¡Juventud Misionera, más allá de las Fronteras!

VII Encuentro Diocesano de Asesores de la IAM


Misionero Señor yo quiero ser, que lleve tu mensaje por doquier, donde quiera que me encuentre tu presencia dejaré, misionero oh Señor! Yo quiero ser.


Dios ha sido maravilloso con nosotros, por permitirnos prepararnos y estar próximamente juntos celebrando nuestro VII Encuentro Diocesano de Asesores de la Infancia y Adolescencia Misionera, espacio propicio para alentar nuestro espíritu y animarnos mutuamente en el cumplimiento de nuestra misión.

DATOS:
Fecha: Sábado 5 de Julio de 2014.
Lugar: Seminario Mayor JUAN XXIII y Parroquia El Calvario, Santa Ana.
Hora: 8:00 am - 3:00 pm.
Tema: "El asesor: Animador y formador de la conciencia misionera universal".
Lema: ¡Animando y formando, vamos evangelizando!.
Ofrenda: $0.25


Explicación del logo:
Nuestro logo muestra a un asesor con brazos abiertos para abrazar la Cruz de Cristo configurándose en su afán misionero, que siendo impulsado por el Espíritu Santo, se abre al mundo entero animando y formando en la corresponsabilidad misionera, invitando para que juntos hagamos llegar el amor y la luz de Jesús a todos los rincones de la tierra.

El asesor misionero es animador de vida, poniendo su dones y carismas al servicio de la misión, formándose y formando a los demás en la Palabra de Dios, para tener y hacer que todos tengan el amor a las misiones como Santa Teresita y el ardor apasionante de San Francisco Javier.


“EL ASESOR: ANIMADOR Y FORMADOR DE LA CONCIENCIA MISIONERA UNIVERSAL”
¡Animando y formando, vamos evangelizando!


CUARESMA 2014: "Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza" (cfr. 2 Cor 8, 9)




MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2014

Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)


Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

La gracia de Cristo

Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

Nuestro testimonio

Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.

Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.

Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.

Vaticano, 26 de diciembre de 2013

Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir

 


CUARESMA 2014: “POBREZA Y MISERIA SON DOS COSAS DISTINTAS”



PRESENTACIÓN DEL MENSAJE DEL PAPA PARA LA CUARESMA 2014: “POBREZA Y MISERIA SON DOS COSAS DISTINTAS”

Ciudad del Vaticano, 4 febrero 2014 (VIS).-Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación del Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de 2014. Han intervenido en el acto el cardenal Robert Sarah, Presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum", los monseñores Giampietro Dal Toso y Segundo Tejado Muñoz, respectivamente, secretario y subsecretario del mismo dicasterio y el matrimonio formado por Davide Dotta y Anna Zumbo, misioneros en Haití.

Antes de la presentación el Presidente de Cor Unum ha anunciado que visitará nuevamente Haití en el mes de marzo, para inaugurar una escuela financiada en nombre del Papa como signo de su cercanía a la población haitiana, que no se recupera del terremoto que en 2010 causó más de 220.000 muertos y afectó a tres millones de personas.

A continuación el cardenal ha explicado que el texto del mensaje del Papa para la Cuaresma de este año se centra en la pobreza y en la pobreza de Cristo en particular; un concepto muy apreciado por el Papa Francisco, que desde el inicio de su pontificado ha puesto de relieve esta dimensión de la vida cristiana. “Ciertamente -ha dicho- la visión cristiana de la pobreza no es la misma que rige el sentimiento común. Demasiado a menudo se considera la pobreza simplemente en su dimensión sociológica y se entiende como una falta de bienes. Por otra parte, se recurre a menudo al concepto de "Iglesia pobre para los pobres " como una forma de contestación a la Iglesia, oponiendo a una Iglesia de los pobres, una Iglesia buena...a una Iglesia de la predicación y de la verdad, dedicada a la oración y a la defensa de la doctrina y de la moral.”

“La primera referencia para que un cristiano entienda la pobreza es Cristo que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza... La elección de la pobreza por parte de Cristo nos dice que hay una dimensión positiva de la pobreza, que también resuena en el Evangelio, que proclama bienaventurados a los pobres. Es obvio que en esta dimensión de la pobreza hay un aspecto de despojo y renuncia. Pero es posible porque la verdadera riqueza de Jesús es su ser Hijo... “No pensemos en tranquilizar nuestras conciencias burguesas - quiere decir el Papa - denunciando la falta de bienes o la pobreza como un sistema... El mensaje de la Cuaresma que hoy presentamos hace una distinción importante entre la pobreza y la miseria. No es la pobreza, que es una actitud evangélica, sino la miseria la que queremos combatir. El Santo Padre en su discurso enumera tres tipos de miseria: la material, la moral y la espiritual. La primera " afecta a cuantos viven en condiciones indignas de la persona humana”... Frente a esta miseria, la Iglesia ofrece su servicio, su diaconía, para salir al encuentro de las necesidades y sanar las heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. La miseria moral consiste en convertirse en esclavos del vicio y el pecado. Esta forma de miseria que es también causa de ruina económica, se relaciona siempre con la miseria espiritual que hace presa en nosotros cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor”.

“Creo que esta visión muy amplia de la pobreza, de la miseria, y, en consecuencia de la ayuda que la Iglesia ofrece a los hombres, contribuya también a dar una visión más completa de quien es el ser humano y cuáles son sus necesidades, sin caer en una visión antropológica reductiva que pretende resolver los problemas de la persona sólo porque ha resuelto los problemas de su bienestar físico y material”.

El presidente de Cor Unum, ha recordado a este propósito que en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco escribía que la opción preferencial por los pobres debería traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria. Es -ha afirmado- un concepto fundamental “para no transformar la Iglesia en una de esas ONGs de las que habló en su primera Misa como Papa los cardenales. ¡Ay de nosotros si nuestros mirada a los necesitados prescindiera de la miseria espiritual que a menudo se esconde en el corazón del hombre y lo hace sufrir profundamente, aunque posea bienes materiales!...

Pero si queremos comprender plenamente el mensaje del Papa “debemos declinarlo en su valencia antropológica. El hombre es por naturaleza hijo de Dios ¡Esta es su riqueza! La gran culpa de la cultura moderna es haber pensado en un hombre feliz sin Dios, negando lo más profundo de la persona, que es su vínculo existencial con un Padre que le da la vida ...Así como es un delito privar al pobre de la presencia de Dios, también lo es considerar al hombre y hacerle vivir como si Dios no existiera, y por lo tanto negar su ser criatura y, así, su profunda pertenencia, la filiación del hombre con Dios...Por eso, ayudar al desarrollo no debe traducirse en crear nuevas necesidades, sino en tomar en serio lo que es la persona”.