DESTACADO!

Jornada Nacional de la IAM 2016

JONIAM 2016
Secretariado Nacional de la IAM - El Salvador
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Materiales: VISITAR

  1. Saludo del Secretario Nacional.
  2. Afiche.
  3. Explicación del Afiche.
  4. Escuelita con Jesús - JONIAM 2016.
  5. Materiales de apoyo.


¡ALABEMOS A NUESTRO SEÑOR, CUIDANDO LA CREACIÓN!

Queridos niños y adolescentes una vez más nos preparamos para celebrar nuestra Jornada Nacional de la IAM. Este año reflexionaremos en el tema: “La creación, nuestra casa”.

El Papa Francisco en la encíclica «Laudato Sii» («Alabado Seas») nos exhorta a cuidar los bienes de la creación que Dios, nuestro Padre, nos ha confiado. Esta responsabilidad y misión corresponde a todos, pero muy especialmente a las nuevas generaciones, es decir, a los niños y adolescentes que deben educarse en una nueva cultura para forjar un nuevo estilo de vida.

El cuidado de la creación es, por tanto, fundamental en nuestra tarea misionera pues Dios nos ha dado la tierra para vivir y contemplar a través de ella su bondad y sabiduría infinitas. Por ello el lema de nuestra jornada será: ¡Alabemos a nuestro Señor cuidando la creación!.

Celebramos también nuestra Jornada en el contexto del Año Jubilar de la Misericordia, tiempo de gracia para alabar a Dios por su amor.

Dios nos ha mostrado su amor de modo admirable al darnos la vida y al enviarnos a Jesús el misionero de la misericordia del Padre. Cada uno de nosotros debemos ser misioneros de la misericordia de Dios cuidando la creación que es nuestra casa y anunciando la alegría del Evangelio a quienes aún no conocen a Jesús.

Con entusiasmo preparémonos para vivir nuestra Jornada en cada comunidad parroquial y que obtengamos frutos que nos ayuden a ser cada día mejores misioneros de Jesús.

No olvidemos que:
“Con los niños y adolescentes misioneros,
Jesús llega al mundo entero”.


Pbro. Cristóbal Zavala Guevara.
Secretario Nacional de la IAM.


Jubileo del Papa y de los Adolescentes del Mundo Entero

Vaticano: Los adolescentes vivirán su propio Jubileo con motivo del Año Santo de la Misericordia que ha convocado el Papa Francisco del 8 de diciembre de este año, fiesta de la Inmaculada Concepción, al 20 de noviembre de 2016, solemnidad de Cristo Rey.

El Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización informó que los chicos entre 13 a 16 años celebrarán este evento en Roma los días 23 y 24 de abril y tendrá un marcado carácter festivo al estilo de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ).

Entre las actividades más destacadas tendrá lugar una Misa con el Papa Francisco, el paso de la Puerta Santa y la celebración del Sacramento de la Reconciliación. El equipo organizativo ha previsto que los grupos de adolescentes que participen puedan realizar un gesto concreto de misericordia, ya sea ayudando a los pobres de la ciudad, asistiendo a ancianos o colaborando en algún momento con movimientos y asociaciones caritativas.

Los organizadores han explicado que “esta franja de edad (13-16 años) requiere una atención específica en la pastoral ordinaria y que estos chicos, cuando concluyen el camino de la iniciación cristiana, todavía son jóvenes para participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud y en el conjunto de la Pastoral Juvenil”.

Por esta razón, “se pretende realizar un Jubileo para estos lolos que acaban de recibir o que están a punto de recibir el sacramento de la confirmación, que sea muy significativo y que pueda dar sus frutos en la pastoral cotidiana de las parroquias o en las asociaciones a las que pertenecen”. (Aciprensa 4/8/2015).

Tiempo de Preparación



¡Santa Ana Misionera a Cristo proclamando!

Mensaje de Cuaresma 2015 - Papa Francisco

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2015


 Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.

Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.

La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.

El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.

1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).

Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.

En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).

 También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.

Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.

3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.

En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.

Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.

Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.

Vaticano, 4 de octubre de 2014
Fiesta de san Francisco de Asís


Franciscus

Jornada Mundial del Enfermo 2015



 
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA XXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2015

Sapientia cordis.
«Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies»
(Jb 29,15)
 
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a vosotros que lleváis el peso de la enfermedad y de diferentes modos estáis unidos a la carne de Cristo sufriente; así como también a vosotros, profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario.

El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.
1. Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es «pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo: «¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en nuestro corazón!» (Sal 90,12). En esta sapientia cordis, que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.

2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies», se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda (vv.12-13).

Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos  que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.

3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28). Jesús mismo ha dicho: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22,27).
Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la «calidad de vida», para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.

4. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: «A mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).
Por esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad de la “salida de sí hacia el otro” como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (ibíd.).

5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Jb 2,13). Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho.
La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son escándalo para la fe pero también son verificación de la fe (Cf. Homilía con ocasión de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, 27 de abril de 2014).


También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.

6. Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María, que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.

Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.

Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica.

Vaticano, 30 de diciembre de 2014
Memorial de San Francisco Javier

FRANCISCUS

Moniciones para la Liturgia de la Jornada Nacional de IAM 2015




MONICIONES PARA LA EUCARISTÍA
Obras Misionales Pontificias – El Salvador, C.A.

 
25-I-2015 – “Mons. Romero, ejemplo de animador misionero”
TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
CICLO B


ENTRADA

Bienvenidos hermanos misioneros a esta celebración Eucarística muy especial! Buenos días a todos!

Hoy la alegría de la misión esta vibrante marcada por los rostros de los preferidos de Jesús, los niños y adolescentes, ya que están celebrando la Jornada Nacional de la Infancia y Adolescencia Misionera, bajo la figura de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, ejemplo y animador misionero; que con su amor y adhesión a Jesús supo atender las necesidades de los pobres, del contexto social y eclesial en su tiempo, compartiendo su experiencia de misión con todos.

Iniciemos el Banquete teniendo presente las palabras del Siervo de Dios Mons. Romero que decía: “Una comunidad es un grupo de hombres y mujeres que han encontrado en Cristo y en su evangelio la verdad, y la siguen y se unen para seguirla más fuertemente. No es simplemente una conversión individual, es conversión comunitaria, es familia que cree, es grupo que acepta a Dios.” (29 de octubre de 1978)

Unámonos con gozo poniéndonos de pie y entonando el canto de entrada.


LITURGIA DE LA PALABRA

Primera Lectura de la profecía de Jonás (3,1-5.10).
En la primera lectura escucharemos como una ciudad frívola y llena de corrupción se convierte y alcanza la gracia del perdón de Dios, ganándose su misericordia. El afán de salvación de Dios para con sus hijos es grande, por eso siempre envía a sus mensajeros para que conociendo la verdad, la hagan suya viviéndola en obras. Escuchemos.


Lectura del Profeta Jonás
En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.»
Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla.
Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»
Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.
Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
Palabra de Dios, Te alabamos Señor.

Salmo 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9
El Salmo 24 nos invita reconocer el camino y la enseñanza que nos conduce a la misericordia de Dios. Aclamemos junto al salmista: Señor, enséñame tus caminos.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

Segunda Lectura 1 Corintios 7,29-31.
La condición de la vida cristiana, ante la vuelta del Señor, es de no apegarse a las cosas de este mundo sino buscar el servicio del Señor. San Pablo nos advierte que él lo único que; hace es proponernos un ideal. Pongamos mucha atención a las palabras del apóstol de los gentiles en esta segunda lectura.

Lectura de la Primera carta de san Pablo a los Corintios
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
Palabra de Dios, Te alabamos Señor.

Evangelio: San Marcos 1,14-20
El texto evangélico que escucharemos, es la narración de la vocación de los primeros discípulos según san Marcos, vocación que intenta presentar una respuesta dada por los hombres a la llamada del Señor y a la conversión. La conversión no es sólo apartarse del mal sino aceptar enteramente la voluntad de Dios.  Se ponen de pie para aclamar la lectura de esta Buena Noticia.

Antes del evangelio
“Jesús les dijo: «Venid conmigo y los haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.”

+ Lectura del Santo Evangelio según san Marcos
Gloria a ti Señor Jesús

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Palabra del Señor, Gloria y honor a ti Señor Jesús.


Oración Universal
Sabiendo que Dios ha elegido y nos envía a proclamar la Buena Noticia de Salvación a todos los pueblos, orémosle diciendo: Padre, escucha nuestra oración.

1.      Para que toda la Iglesia Universal se mantenga fiel a la misión encomendada por Cristo y para que el Espíritu Santo ilumine al Papa Francisco, Obispos, sacerdotes y religiosos, a ser los verdaderos animadores misioneros que la Iglesia necesita. Oremos. Roguemos al Señor.
2.    Para que el Espíritu Santo, que inspiró a Monseñor Carlos Augusto Forbin-Janzon, siga actuando maravillosamente en los niños y adolescentes de nuestro país, ayudándoles a salvar a otros niños y adolescentes a través de ellos. Oremos. Roguemos al Señor.
3.     Para que todos los salvadoreños podamos ver la mano de Dios en Mons. Romero y que a ejemplo de él, seamos anunciadores de la Buena Noticia y denunciadores de la injusticia y la falta de conversión de nuestros pueblos. Oremos. Roguemos al Señor.
4.     Para que los catequistas y animadores de la Infancia y Adolescencia Misionera, sepan responder con generosidad a la voluntad de Dios y a no tener miedo de utilizar estructuras y medios humanos, pero sin dejarse esclavizar. Oremos. Roguemos al Señor.
5.  Para que todos los aquí reunidos nos esforcemos por mejorar nuestra sociedad salvadoreña confiando plenamente que es un esfuerzo que Dios bendice, que Dios quiere, que Dios nos exige, sobre todo cuando está tan metida la injusticia y el pecado. Oremos. Roguemos al Señor.

Señor, Padre nuestro, que enviaste a tu Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo al mundo, para esperanza y salvación de los hombres, y quisiste que todos los niños y adolescentes fuesen tus mensajeros alegres de la obra de tu Hijo, escucha las oraciones que te presentamos y, reúnenos a todos nosotros en el Cielo, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


LITURGIA EUCARÍSTICA

Presentación de Dones:

1.   Pan y vino: Ofrecemos en primer lugar el pan y el vino, que se transformarán en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, que sigue amándonos hasta el extremo, hasta el don de su cuerpo y de su sangre. El Señor va el encuentro del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, haciéndose comida y bebida para el hombre hambriento y sediento de verdad y libertad.

2.    Banderas de los Continentes: También ofrecemos las banderas de los cinco continentes (África, América, Europa, Asía y Oceanía) por los que pedimos en nuestras oraciones especialmente para que nunca falten misioneros que motivados por la comunión en Cristo, fuente de vida eterna, sean portadores del mensaje salvífico a todas las naciones.

3.     Afiche de la Jornada: Presentamos al altar del Señor el Afiche de la Jornada Nacional de IAM, donde refleja al alegría, entusiasmo y compromiso evangelizador que nos enseña Monseñor Romero y que hoy, los niños y adolescentes de El Salvador, queremos imitar ése ardor confiados que el Espíritu de Dios va junto a nosotros.

4.    Mundo Misionero: Con este mundo encomendamos a Dios este año 2015, año de la Animación Misionera, confiando en su Espíritu el despertar, avivar y sostener ese "fuego misionero" en nosotros y en nuestros hermanos para que así, mediante cantos, información de los pueblos y la misión; llevemos vida a todos los rincones respondiendo generosamente ante la urgencia de las misiones.

5.     Alcancía Misionera: Todos los grupitos de la IAM, tiene su alcancía, en la que en cada encuentro semanal depositan su ofrenda para ayudar a otros niños y adolescentes no tan afortunados, uniendo su colecta a las de todos los niños del país y del mundo, donde el aporte de todas las Alcancías Misioneras, ayuda a grandes proyectos de las Obras Misionales Pontificias, especialmente en el sostenimiento de hospitales, colegios, capillas pobres y misiones en todos los continentes. Hoy nos unimos a la alegría de dar que en la de recibir.



ORACIONES FINALES

Oración para después de la comunión
Señor, Jesús gracias por hacerte pequeño y venir a mi encuentro, que es mi dulce alegría y amor. Gracias por unirme a Tú afán misionero y caminar junto a mí y mis hermanos.

Amado Dios: Tú me has creado con todo el cariño que puede tu corazón, y quieres  que sea tu misionero, que  hable  de tu amor  a mis  amigos y hermanos, y  que  lleve a casa y a la escuela tu  mensaje salvador.

Tú sabes  que no tengo riquezas materiales, pero te ofrezco  lo que tú me has dado: mis manos  para ayudar a otros, mi corazón para amar  a todos  los  niños  del mundo, mi inteligencia para fabricar un mundo  mejor, mi voz para hablar de ti a quienes no te conocen, mis pies para llevar tu palabra  a quien anda triste.

Todo esto me lo has dado y no quiero  guardármelo para mi solito.
Lléname de valentía, Señor. Yo sé que  juntos  podremos devolverle al mundo la felicidad. Amén.


Oración antes de la Bendición final

“Oh Jesús, Pastor Eterno: tú hiciste de Monseñor Romero, ejemplo vivo de fe y caridad y le concediste la gracia de morir al pie del altar en un acto supremo de amor a ti. Concédenos si es tu voluntad, la gracia de su beatificación. Haz que sigamos su ejemplo de amor por tu Iglesia, por tu Palabra y la Eucarística; y te amemos en los más pobres y necesitados. Te lo pedimos por la intercesión de la Virgen María, Reina de las Misiones. Amén.”