DESTACADO!

Adoración Nocturna Misionera - OMPsa



UNA NOCHE DE GRACIA, VIVIENDO LA FE Y LA MISIÓN TORNO A CRISTO EUCARISTÍA

OBJETIVO: Adorar a Jesús sacramentado en acción de gracias por el don de la fe que hemos recibido y celebrado en este año, para que la iglesia misionera obtenga con la gracia de Dios que todos los pueblos sean sus adoradores.

DATOS:
Fecha: 5 DE OCTUBRE DE 2013
Lugar: Iglesia El Calvario, Santa Ana
Tema: “Que todos los pueblos adoren a Jesús sacramentado”

Responsables:
General: Elida Magaña
Adoraciones: Damasio Chávez
Catequesis: René Estrada


AGENDA

HORA
ACTIVIDAD
6:00 pm
Salir con la Procesión desde la Parroquia san Lorenzo hacia El Calvario (Invitados niños de IAM. Hasta las 8:00 p.m.)
8:00 pm a 10:00 pm
Oraciones Iniciales y Rezo del Rosario Misionero
10:00 pm a11:00 pm
Adoración con Intención misionera por AFRICA
11:00 pm a 12:00 mn
Adoración con Intención misionera por AMERICA
12:00 m.n.
TRISAGIO (todos)
1:00 am a 2:00 am
Intención misionera por EUROPA
2:00 am a 3:00 am
Intención misionera por OCEANIA
3:00 am a 4:00 am
Intención misionera por ASIA
4:00 am a 5:00 am
Intención misionera por la DIOCESIS DE SANTA ANA Y LAS OMP
5:00 am
Santa Misa Dominical




DISTRIBUCIÓN PARA LOS TURNOS DE ADORACIÓN


HORA Y TURNO
PARROQUIA COORDINADORA
PARROQUIAS PARTICIPANTES
INTENCIÓN MISIONERA
PRIMER TURNO
10:00 pm -11:00 pm
Medalla Milagrosa
San Esteban Texistepeque Candelaria, San Pedro Coatepeque, Rio Zarco. UEM. PAMI
Continente de África
SEGUNDO TURNO
11:00 pm – 12:00 mn

Santa Bárbara, El Porvenir
El Congo, Colonia Avilés, San Lorenzo. ADGENTES.
Continente de América
TERCER TURNO
1:00 am – 2:00 am

Señor de Ostúa
Madre del Salvador, Belén Guijat, Calvario Ahuachapán, Santa Bárbara Santa Ana.
Continente de Europa
CUARTO TURNO
2:00 am – 3:00 am

Inmaculada Concepción Ataco
Guaymango,  Aldea Bolaños, Calvario Chalchuapa, Tacuba.
Continente de Oceanía
QUINTO TURNO
3:00 am – 4:00 am

San Pedro Metapán
Santa Rosa guachipilín,
El Carmen, Santa Lucía.
Continente de Asia
SEXTO TURNO
4:00 am – 5:00 am

Iglesia El Calvario, Santa Ana
Valvanera,  Catedral, Divino Salvador Lamatepec. FAMI.
Diócesis de Santa Ana, OMP.

INDICACIONES PARA LAS ADORACIONES:


  • Cada turno al iniciar entra cantando en procesión de la puerta principal del templo (Los que están adorando se hacen a un lado).
  • La hora santa debe organizarse con momentos de canto, oración comunitaria, texto bíblico, salmos, oración personal en voz alta, acción de gracias, silencios, etc.
  • Todos los asistentes a la adoración nocturna deben participar en la procesión, oración inicial, trisagio, en el turno correspondiente, en la catequesis y en la Misa de clausura.
  • Las horas libres deciden participar en catequesis o en otro turno de adoración.


LAS CATEQUESIS
 SERAN EN EL SALON NÚMERO 18 DEL
CENTRO DE PASTORAL SAN JUAN MARIA VIANNEY


HORA
CATEQUISTA
TEMA
ASISTEN
COORDINA
10:00 pm a 11:00 pm
Sor Rosita Constante
La espiritualidad misionera
SEXTO TURNO
Parroquia Valvanera
11:00 pm a 12:00 mn
Jaime Eguizábal

Jesús modelo de oración
QUINTO TURNO
Parroquia El Carmen
1:00 am a 2:00 am
Manuel Alberto López

La adoración al santísimo
PRIMER TURNO
Parroquia San Esteban, Texistepeque
2.00 am a 3:00 am
Ana Elba Peraza
Sacrificio por las misiones
SEGUNDO TURNO
Parroquia San José, Col. Avilés
3:00 am 4:00 am
Padre Melvin
Reavivar la fe con la Palabra y Eucaristía.
TERCER TURNO
Parroquia Madre del Salvador
4:00 am a 4:45 am
José Ortiz

Discípulos y misioneros de Jesucristo
CUARTO TURNO
Parroquia El Calvario, Chalchuapa


INDICACIONES PARA LA CATEQUESIS:


  • Las parroquias coordinadoras deberán generar el ambiente adecuado para escuchar y participar en la catequesis.
  • Prever la animación con cantos antes de la catequesis y el contacto con el catequista. (La catequesis no debe exceder los 30 minutos).
  • Puede generar presentación por grupos o parroquias.
  • Se deberá organizar una breve oración de inicio y final.
  • Coordinar algún comentario después de la ponencia.
  • Agradecer por la asistencia.




Proyecto de Apoyo Económico a la Actividad Misionera de las OMPsa

COMO PADRINO
“Mis oraciones y donaciones son para las Misiones”

El Proyecto Padrino de las Misiones, es una forma concreta de colaboración solidaria con el trabajo misionero de nuestra Iglesia, para la animación de niños, adolescentes, jóvenes y adultos en nuestra diócesis y fuera de ella.

Los padrinos ayudan a financiar las actividades misioneras de cada una de las Obras Misionales Pontificias, y otras actividades que competen para lograr sus objetivos.

La aportación económica de cada Padrino es según sus posibilidades; desde $3.00, hasta lo que su altruismo y generosidad considere.

Estas ofrendas, puede brindarlas en forma mensual, bimensual, o al plazo que más le convenga, de las siguientes formas: 
  1. Banco Scotiabank No. 20532584.
  2. Oficina de Misiones (Calle Libertad Poniente y Avenida José Matías Delgado Sur, Santa Ana. Parroquia El Calvario)
  3. O con los agentes autorizados de las OMP.


¿POR QUÉ ESTE SISTEMA?
Este fondo solidario diocesano, propicia la estabilidad económica de las actividades y para los agentes que trabajan por las Misiones, puedan planificar y desarrollar su labor evangelizadora.
Como padrino de Misiones, usted estará ayudando a:

1.      Talleres y Escuelas de formación y de liderazgo misionero para niños, adolescentes, jóvenes y adultos.
2.      Financiar las Actividades de Acción Misionera que las distintas Obras Misionales Pontificias realizan.
3.      Aportar para el programa de Campos de Misión nacional e internacional.
4.      Colaborar en el desarrollo de las Formaciones para Misioneros Ad Gentes.
5.      Ayudar a que se realicen los Encuentros Diocesanos de las OMP.
6.      Colaborar con los programas radiales de la Infancia Misionera y Juventud Misionera de nuestra diócesis.
7.      Materiales de trabajo para los grupos.
8.      Autosostenimiento de los proyectos de las OMPSA.

… y muchas otras necesidades que surgen!

Las OMPSA realiza alrededor de 50 actividades anuales, en donde participan una representación de los beneficiados, los cuales son más de 9000 niños y adolescentes, 1300 jóvenes y más de 800 agentes misioneros.

Distribución: Las aportaciones económicas, son distribuidas a cada una de las Actividades u Obras, bajo criterios como magnitud, requerimientos, personas involucradas y aspectos que dan índice a las necesidades principales a cubrir.


¿CÓMO PUEDE AYUDAR APARTE DE APADRINAR?
Hay varias formas de colaborar con niños, adolescentes, jóvenes y adultos a través de las OMPSA, entre ellas: 
  • Ser voluntario y ayudarnos en la animación que se hace a otras personas para que se involucren a este gesto solidario hacia la misión.
  • Reunir y enviar materiales didácticos o religiosos para distribuirlo a los grupos de las parroquias con menos recursos.
  • Ayudarnos a la entrega de información en una feria u otros eventos públicos en que son involucradas las OMP.
  • Contactarnos con medios de comunicación para difundir nuestra labor.
  • Organizar jornadas de sensibilización para atraer a más padrinos y motivar a los demás a participar de las Obras Misionales Pontificias.


¿QUÉ DEBO HACER PARA SER UN PADRINO DE MISIONES?
Comuníquese al teléfono (503) 2447 4872 o al (503) 7298 8001, pide que te comuniquen con la Oficina de las OMP o visítenos para brindarle información al respecto.

PROCESO:
  1. Infórmese sobre el proyecto.
  2. Llenar la ficha de inscripción como Padrino de las Misiones de Santa Ana y hacerla llegar a la Oficina de Misiones OMP.
  3. Una vez llenada la ficha, coordinaran sus aportaciones para que inicie según la fecha fijada por usted.
Empiece a gozar de las bendiciones y ventajas de ser PADRINO DE MISIONES.


“Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber Supremo: ANUNCIAR A CRISTO A TODOS LOS PUEBLOS” RMi3.

Mensaje del Papa Francisco - DOMUND 2013


Mensaje del Santo Padre Francisco
para la Jornada Mundial de las Misiones
20 Octubre 2013

¡Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación!


Queridos hermanos y hermanas,
Este año celebramos la Jornada Mundial de las Misiones mientras se clausura el Año de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y  nuestro camino como Iglesia que anuncia  el Evangelio con valentía. En esta prospectiva, querría plantear algunas reflexiones.

1. La fe es un don precioso de Dios, el cual abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea  más buena, más bella. ¡Dios nos ama! Pero la fe, necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia. Es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. ¡Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación! Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia.

«El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a los “suburbios”, especialmente a aquellos que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida.

2. El Año de la fe, a cincuenta años de distancia del inicio del Concilio Vaticano II, es un estímulo para que toda la Iglesia reciba una conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión entre los pueblos y las naciones.

La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los “límites” de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer. El Concilio Vaticano II destacó de manera especial como la tarea misionera, la tarea de ampliar los límites de la fe  es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas: «Viviendo el Pueblo de Dios en comunidades, sobre todo diocesanas y parroquiales, en las que de algún modo se hace visible, a ellas pertenece también dar testimonio de Cristo delante de las gentes» (Decr. Ad gentes, 37). Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad a hacer propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio. Invito a los Obispos, a los Sacerdotes, a los Consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de “dar testimonio de Cristo ante las naciones”, ante todos los pueblos. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana.

3.      A menudo, la obra de  evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en  anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad. Pablo VI usa palabras iluminadoras al respecto: «Sería... un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer... es un homenaje a esta libertad» (Exhort, Ap. Evangelii Nuntiandi, 80). Siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo, de hacernos heraldos de su Evangelio, Jesús ha venido entre nosotros para mostrarnos el camino de la salvación, y nos ha confiado la misión de darlo a conocer a todos, hasta los confines de la tierra. Con frecuencia vemos que son la violencia, la mentira, el error las cosas que destacan y se proponen. Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia. Porque, en esta perspectiva, es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial. Pablo VI escribía que «Cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia», Este no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre» (Exhort, ap. Evangelii Nuntiandi, 60).Y esto da fuerza a la misión y hace sentir a cada misionero y evangelizador que nunca está solo, que forma parte de un solo Cuerpo animado por el Espíritu Santo.

4.    En nuestra época, la movilidad general y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos de trabajo familias enteras se trasladan de un continente a otro; los intercambios profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos análogos empujan a un gran movimiento de personas. A veces es difícil, incluso para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además, en áreas cada vez más grandes de las regiones  tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de  una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan. La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es  anuncio de esperanza, reconciliación, comunión, anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación, anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien.

El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. ¡Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza donada por la fe! La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor.

La Iglesia - lo repito una vez más - no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con  Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino.

5.       Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros  fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos - cada vez más numerosos - que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad - no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad - llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y dona esperanza. Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones»  (Mt. 28, 19) es una riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia. Hago un llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor. Invito también a los obispos, las familias religiosas, las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana. Y esta atención debe estar también presente entre las iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una Región: es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a las que sufren de escasez. Al mismo tiempo exhorto a los misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden, recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje misionero «contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hechos 14:27). Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor.

     La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea llamando a la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo.

     Por último, dirijo un pensamiento a los cristianos que, en diversas partes del mundo, se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, testigos valientes - aún más numerosos que los mártires de los primeros siglos - que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas de persecución actuales. Muchos también arriesgan su vida para permanecer fieles al Evangelio de Cristo. Deseo asegurarles que me siento cercano en la oración a las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e intolerancia y les repito las palabras consoladoras de Jesús: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

Benedicto XVI exhortaba: «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei, 15). Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año. Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros, experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 80).


Vaticano, 19 de mayo de 2013, Solemnidad de Pentecostés